Cuento ciencia ficción


-¿Cuántos años tenía cuando embarcamos? Veinte años, un poquito más. Qué recuerdos me quedan, solo recuerdos. Antes me preguntaba si nosotros fuimos los salvados, o los condenados. Si fuimos parte de un experimento, un experimento poco macabro, pero sin duda no fuimos víctimas. Yo era muy joven para ser consciente de dónde me enviaban. No tenía muchas opciones tampoco. Mis padres estaban tan alegres cuando fui elegido… mi mamá decía que era un milagro, solo eso podía explicar cómo fui elegido de entre millones. Pero… ¿cuántos argentinos éramos al comienzo?, no más que unos pocos cientos, no nos conocíamos y la mayoría ni siquiera se animó a viajar al norte. “Es una mentira”, me acuerdo que me decía un amigo. “La estación que están haciendo no podrá sobrevivir más de un año,  quieren sembrar el caos en el mundo para tener el control total”.
Todo comenzó veinte años antes de mí nacimiento, a comienzos del siglo XXII. Los grandes científicos que asesoraban a las Naciones Unidas eran llamados los millennials ancestrales. Los llamaban así porque habían nacido a comienzos del siglo pasado y fuero los primeros humanos que fueron manipulados genéticamente para vivir más de cien años y para portar una inteligencia muy por arriba del promedio. Las compañías biotecnológicas comerciaron todo tipo de modificaciones, algunas eran totalmente inviables y no tardó mucho en aparecer las aberraciones. Los gobiernos no tuvieron opción que prohibir ese tipo de modificación extrema, excepto para curar enfermedades. El prestigio de los millenials era desmedido, habían logrado los grandes avances que permitieron moldear la vida que conocíamos. Yo era muy chico cuando mi padre me habló maravillado del chip subcutáneo de salud o de los centros donde está grabada toda nuestra vida. Los millennials ancestrales habían decretado que la naturaleza tenía grandes defectos y que era la responsabilidad del hombre (o de ellos mismos) corregirlos, porque se consideraban seres mejorados.

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